Monday, August 07, 2006

Un año despues


Ella vió en sus ojos ese brillo profundo y antiguo, el verde bajo sus cejas se encendió como antorcha y soltó un carcajada que a más de algún pájaro ahuyentó. Supo de inmediato qué hacer y cómo. Usando espejos y las artes del acecho se coló en su corazón y llenó sus días de colores tan intensos que hicieron de su ausencia una extrañeza tan cortante que hacía imprecindible un segundo más de lo que fuera que estuviera bajo ese sombrero de hechicera. Convirtió a sus seres queridos en animales y en tablas de madera, en dulces y en arados para la siembra. Nadie más que ella sabría hasta donde la querría saber suya. Ella se olvidó pronto de todo y se unió al hechizo en el aprendizaje de las artes mágicas, del rojo, del blanco, del verde, del azul y del negro. Y amó cada día la conquista de su corazón. Y cuando llegó el fin de la hechicera, no hubo lágrimas, ni sollozos, ni gritos. Solo un profundo silencio mientras después del cortejo, dio inicio aquel Aquelarre del equinoxio de primavera donde en medio de la orgía conoció a su alma gemela.
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