Thursday, July 06, 2006

Sie ist eine Heldin (Ella es de esos heroes)


Sie ist eine Frau aus meinem Land. Und so viele Gedanken kommen in meinen Kopf, die ein Durchatmen brauchen. Als ich diese Schönheit gefunden habe, war sie zwischen Wörtern von rassistischem Blödsinn und paranoischem Hass von Leuten denen es unmöglich ist, den Wahnsinn von Vorurteilen zu erkennen. Ich habe sie in meine Hände genommen und versuchte, ihre Farbenpracht zurückzubringen, ihren Sinn. Sie trägt ein Gewehr zum verteidigen und eine schwierige Geschichte. Sie möchte nicht sterben und auch nicht ihre Familie sterben sehen. In ihren Augen sehe ich die Grenzlinie zwischen Leben und Tod, zwischen Geburt und Hoffnung, zwischen ihr und uns. Um sie kümmert sich niemand, sie muss ihren einzigen Weg finden durch die Intoleranz und die Angst. Sie ist verdammt schön, sie ist eine Heldin, sie zeigt den Mißerfolg eines Landes, aber auch die Anwesenheit unserer Möglichkeit. Sie ist in Guatemala geboren und sie hat etwas zu sagen, das niemand hören möchte. Ich weiss nicht ob sie lebt, aber ich möchte aus ihr eine farbige Blüte machen. Überall wo diese Grenzlinie so klar ist.
Posted by Picasa

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2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Das ist wirklich eine andere Welt: wo du mit nichts geboren wirst ausser dem Wille zu leben und jeder Schritt, jeder Tag eine Gratwanderung zwischen Leben und Tod ist.
Dieser Post ist so nahe an der Realität so vieler Menschen...

Beste Grüsse aus Hamburg

10:56 AM  
Anonymous Anonymous said...

Aquí un poema de Manuel José Arce.
Saludos,
M.


La hora de la siembra

Y no nos han dejado otro camino.
Y esta bien que así sea.
Recibimos el golpe en la mejilla,
la patada en la cara.
Y pusimos la otra mejilla,
silenciosos y mansos,
resignados.
Entonces comenzaron los azotes,
comenzó la tortura.
Llego la muerte.
Llego noventa mil veces la muerte.
La labraban despacio,
riéndose,
con alegría de nuestro sufrimiento.

Ya no se trata solo de nosotros los hombres.
El saqueo constante de nuestras energías,
el robo permanente del sudor
—en cuadrilla, a mano armada, con la ley de su parte—.
Ya no se trata solo de la muerte por hambre.
Ya no se trata solo de nosotros los hombres.
También a las mujeres,
a los hijos,
a nuestros padres y a nuestras madres.
Los violan, los torturan, los matan.
También a nuestras casas,
las queman.
Y destruyen las siembras.
Y matan las gallinas, los marranos, los perros.
Y envenenan los ríos.

Y no nos han dejado otro camino.
Y esta bien que así sea.

Trabajábamos.
Trabajábamos mas allá de las fuerzas.
Empezábamos a trabajar cuando aprendíamos a caminar
y no nos deteníamos sino al momento de morirnos.
Nos moríamos de viejos a los treinta años.
Trabajábamos.

El sudor era un río que se bifurcaba:
de un lado se volvía miseria, fatiga y muerte para nosotros:
de otro lado, riqueza, vicio y poder para ellos.
Sin embargo,
seguimos trabajando y muriendo siglo tras siglo.
Pero ni aun así se ablandaban sus caras frente a nosotros.
Vinieron con sus armas
y sus armas vinieron a matarnos.

Y no nos han dejado otro camino.
Y hemos tenido que empuñar las armas
también nosotros.

Al principio eran las piedras,
las ramas de los arboles.
Luego, los instrumentos de labranza,
los azadones, los machetes, las piochas,
nuestras armas.
Nuestro conocimiento de la tierra,
el paso infatigable,
nuestra capacidad de sufrimiento,
el ojo que conoce y reconoce cada hoja,
el animal que avisa,
el silencio que aprieta las quijadas.
Esas fueron primero nuestras armas.

No teníamos armas.
Ellos si que tenían:
las compraban con nuestro trabajo
y luego las usaban contra nosotros.

Ahora tenemos armas:
las de ellos.
Cuando vinieron nocturnos a matarnos
les salimos al paso,
caemos como rayos
y tomamos las armas,
agarramos las armas.

Cada fusil cuesta muchas vidas.
Pero son mas las muertes que nos cuesta
si sigue en manos de ellos.

Y no nos han dejado otro camino.
Y esta bien que así sea.
Porque esta vez
las cosas
van a cambiar definitivamente.
Están cambiando.
Ya cambiaron.
Cada bala que disparamos lleva
la verdad del amor por nuestros hijos,
por nuestras mujeres y nuestros mayores
y por la tierra misma y por sus arboles.

Y por eso hay mujeres y niños combatiendo junto a nosotros.

Cuando sembramos el maíz,
sabemos que deberán pasar lunas y soles
hasta que la mazorca sonría con sus granos y se vuelva alimento.
Y cuando disparamos nuestras armas
es como si sembráramos
y sabemos
que deberá venir una cosecha.
Tal vez no la veamos.
Tal vez no comeremos nuestra siembra.
Pero quedan sembradas las semillas.

Las balas que ellos tiran solo llevan muerte.
Nuestras balas germinan,
se vuelven vida y libertad,
son metal de esperanza.

Las cosas han cambiado.
Y esta bien que así sea.

Hemos limpiado y aceitado el arma.
Echamos las semillas en la alforja y emprendemos la marcha
serios y silenciosos por entre la montaña.

Es la hora de la siembra.


de: http://www.patriagrande.net/guatemala/manuel.jose.arce/index.html

2:23 PM  

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